Una de las primeras exposiciones que vimos, durante la clase del jueves, fue la de Julio Cortázar, él nació en Bruselas, Bélgica, y cuando se acabó o concluyó la Primera Guerra Mundial se trasladó con su familia a Buenos Aires, una de los aspectos que más me llamo la atención en su persona fue el hecho de que era un seguidor de Jorge Luis Borges y por ende él se identificó inmediatamente con la corriente del surrealismo. Él realizó estudios de Letras y de Magisterio y trabajó como docente en varias ciudades argentinas, mientras publicaba críticas literarias, artículos y relatos, para 1963 él publicó la novela Rayuela, una novela que, en lo personal coincido con muchos, conmocionó el panorama cultural y postulándose como uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, esto debido a sus grandes destrezas o capacidades en el relato corto y la prosa poética, además de esa combinación o mezcla en donde fusiona la narrativa, crónica, poesía y ensayo.
Para la
década de 1960, Julio Cortázar se convirtió en una de las principales figuras
del llamado Boom de la literatura hispanoamericana, por lo que su nombre se
colocó al mismo nivel que algunos protagonistas del este acontecimiento y que
he mencionado a lo largo de este blog como lo son Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa,
Juan Rulfo,
Carlos Fuentes,
Juan Carlos Onetti , Mario Benedetti o
también Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato,
entre otros. Una de las piezas
fundamentales por la cual él puedo obtener este reconocimiento fue el hecho de que,
a diferencia de Borges, Cortázar sumó en su sensibilidad artística su
preocupación social, en donde él se identificó con las clases más marginadas.
Por lo que en mi opinión personal me pareció un autor que trataba de plasmar su
propia visión o realidad en sus libros, así como también enfocarse en el
aspecto emocional de sus libros, y, por consiguiente, disfrute mucho de la
explicación.
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